lunes, 21 de enero de 2013

A. Huxley contra el determinismo histórico y tiempo-eternidad

Ciertos filósofos occidentales de las últimas generaciones han realizado un intento consciente en dar una posición más crucial al tiempo, extrayéndolo del contexto que le habían asignado las religiones tradicionales y sentimientos más comunes de la humanidad. De esta manera, bajo la influencia de las teorías evolutivas, el tiempo es considerado creador de los más elevados valores, de modo que hasta Dios mismo es emergente, producto del flujo unidireccional del perpetuoo perecer, y no (como en las religiones tradicionales) mero testigo intemporal del tiempo, que lo trasciende y que, debido a esa trascendencia, es capaz de ser inmanente en el tiempo. Estrechamente aliada a la teoría de la emergencia está la idea bergsoniana de que la “duración” es la realidad primaria y definitiva, y de que la “fuerza vital” tiene existencia única y exclusivamente dentro de ese flujo. En otro orden de ideas hay que contar con las filosofías de la Historia, hegelianas y marxistas, en que la Historia se escribe siempre con mayúsculas y se hipostasía como providencia temporal que trabaja en favor de la plasmación del reino del cielo en la tierra- reino del cielo en la tierra que, según Hegel, sería versión glorificada del estado prusiano y que, según Marx, que no en vano fue desterrado por las autoridades de dicho estado, sería la dictadura del proletariado, “inevitable”, en razón del proceso de la dialéctica y conducente en suma a una sociedad sin clases -. Estas visiones de la historia dan por sentado el hecho de que lo divino, la Historia, el proceso cósmico, el Geist o la entidad utilice el tiempo para cumplir sus propósitos, llámese como se llame, se ocupa de la humanidad en masa, y no del hombre y de la mujer en tanto individuos; tampoco se ocupa de la humanidad en un momento determinado, sino de la humanidad en tanto sucesión constante de generaciones- Ahora bien, no parece haber absolutamente ninguna razón que nos lleve a suponer la existencia de un alma colectiva de las sucesivas generaciones, capaz de experimentar, comprender y obrar en consecuencia de los impulsos transmitidos por el Geist, la Historia, la fuerza vital y todo lo demás. Muy al contrario, todas las pruebas apuntan al hecho de que es el alma individual, encarnada en un momento concreto del tiempo, la que por sí sola puede establecer contacto con lo divino, no por mencionar al resto de las almas. La creencia (que se basa en hechos obvios, evidentes por sí mismos) de que la Humanidad está representada en cualquier momento dado por las personas en cualquier momento dado por las personas que componen la masa, y de que todos los valores de la Humanidad residen en esas personas, es tenida por algo absurdamente carente de profundidad por todos estos filósofos de la historia. Sin embargo, el árbol es conocido por sus frutos. Quienes creen en la primacía de las personas y quienes piensan que la Finalidad de todas las personas es trascender el tiempo y alcanzar aquello que es eterno e intemporal, son siempre, como es el caso de los hindúes, los budistas, los taoístas, los cristianos primitivos, abogados de la no violencia, la gentileza, la paz y la tolerancia.

Quienes, al contrario prefieren ser “profundos” a la manera de Hegel y Marx, quienes piensan que la “Historia” se ocupa de la humanidad en tanto sucesión de generaciones, y no del hombre y de la mujer de aquí y ahora, son indiferentes a la vida humana y a los valores personales, adoran a los Molochs que denominan Estado y Sociedad y están confiadamente preparados para sacrificar a las sucesivas generaciones de personas reales, de carne y hueso, cada una con su propio rostro, en aras de la felicidad enteramente hipotética que, sobre ninguna base discernible, piensan que será el destino de la Humanidad en un futuro distante. La política de aquellos que consideran la eternidad como realidad definitiva se concentra en el presente, en los modos y maneras de organizar el mundo presente de forma tal que imponga la mínima cantidad de obstáculos que sea posible en el camino de liberación individual del yugo del tiempo y de la ignorancia; quienes, por el contrario, consideran el tiempo como la realidad definitiva, se preocupan sobre todo del futuro, y consideran el mundo presente y sus habitantes como mero desecho, como mera carne de cañón, esclavos potenciales a los que cabe explotar en cualquier momento, así como aterrorizar, liquidar o hacer volar en pedazos, con objeto de que esas personas que tal vez nunca lleguen a nacer, en un futuro del cual nada se sabe con el más mínimo grado de certeza, puedan disponer de esa vida maravillosa que los revolucionarios de hoy en día, y los que hacen la guerra, piensan que les corresponde por la fuerza. Si la locura no rayase en la criminalidad, uno se sentiría tentado de echarse a reír.

Sobre la Divinidad, reflexiones sobre el tiempo. Aldous Huxley