domingo, 20 de febrero de 2022

DESFONDAMIENTO

 https://twitter.com/j_asanchez/status/1492066196841275403...


Hemos escuchado en palabras de Luis Briones ese viejo tintineo que hacen las monedas falsas cuando entran en circulación en el debate público.

 “Hay que saber perdonar”, ha dicho. Y esto después de vincular, como un cordón umbilical, la democracia y el perdón. No voy a negar que hay bastante vinculación entre ambas cosas si se tiene en cuenta uno de los principios fundamentales sobre los que está sostenida la CE de 1978, la Ley de Amnistía del 77. Esto es importante, pues, lo que algunos llaman el “régimen del 78”, ha sido y es, al menos mientras no se proponga algo mejor o peor, el período más próspero que han vivido los españoles en toda su historia, velis nolis. Sin ánimo apologético de nada, que he sido hasta Trevijanista y muchos otros ístas antes de decirlo.

Pero esto no tiene nada que ver con el desfondamiento moral que ha exhibido de manera tan impúdica el Sr. Briones cuando nos ha conminado a todos al perdón. Como ya señalaron, la cuestión del perdón tiene bastante que ver con la religión. Básicamente lo que ha hecho este hombre es obligarnos a todos a ser como Susan Sarandon en aquella película donde interpretaba, junto a Sean Penn, que se llamaba “Pena de muerte”. 

Es una buena película. Sin embargo,  adopta una defensa decididamente religiosa contra la pena de muerte. La moraleja  parece insinuarnos que contra la Ley de Talión sólo podemos adoptar la vía de la redención cristiana. Ninguna más. No hay sitio para los argumentos no religiosos contra la pena de muerte.

 En las palabras de Briones también resuenan los imperativos clerigallas que nos conminan al perdón de los verdugos. Yo, de entrada, estoy en contra de la pena de muerte y creo que deberían separarse en todo momento la esfera pública de los asuntos religiosos. 

El único servicio noble que pueden prestar esos carlistones y clérigos de la yihad etnicista es oficiar un exorcismo en un paisaje moral infecto y poblado de Eichmanns que aparentemente son "normales" pero que llevan al demonio de la discriminación nacionalista dentro de sí. Así podrían decir, en consonancia con sus creencias ultramundanas, que se han redimido sin matarse oficiando un "exorcismo democrático".

Si uno es ateo, por ejemplo, y tiene una concepción materialista del mundo, esto es: negar el espiritualismo y todo sujeto viviente incorpóreo, entonces los reparos morales para con la pena de muerte pueden ser de índole muy diferente a los imperativos categóricos basados en aceptar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

 Decía Espinosa que el que se arrepiente de lo que ha hecho es doblemente miserable (Ética, IV, Proposición LIV). Entonces, de acuerdo con esta lógica, la única redención posible para el que se arrepiente de verdad es el suicidio. Cualquier otra vía supone un rodeo Todo esto lo resumió mucho mejor Savater comentando una noticia sobre el problema del suicidio en los presos de ETA que han experimentado un fracaso existencial.

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F. Savater:

"De los argumentos que se han dado para no exigir arrepentimiento a los etarras encarcelados si quieren mejorar su situación penitenciaria o su reconocimiento social tras cumplir condena (“ni vencedores ni vencidos”, “no ser vengativos”, “todos hemos padecido injusticias”, etcétera), el más original me parece el que Sabino Ayestarán, catedrático emérito de Psicología de la UPV, expone en su artículo El fracaso existencial de los presos de ETA (El Diario Vasco,10-2-20). 

Sostiene don Sabino que un terrorista puede tener “los mejores sentimientos y las mejores intenciones”, pero si ha matado “física o moralmente (aquí me pierdo. FS)” a personas inocentes “sin ningún resultado positivo para su grupo humano”, ese fracaso existencial “conlleva un peligro cierto de suicidio”.

 No contento con su primera impresión, el emérito ha consultado la base de datos Psycinfo de la UPV, y ha constatado que el suicidio es el final que espera a los terroristas “si se les obliga a aceptar que no han aportado nada al pueblo por el que mataron a personas y sacrificaron sus vidas”. A no ser que haya una conversión religiosa (el autor, además de psicólogo es cura, así cualquiera) como la de Txelis, lo cual no está al alcance de todos.

Reconozco que este artículo me ha hecho dudar. Siempre he querido que los etarras asuman su derrota y vean que sus crímenes no han aportado ningún beneficio, sino perjuicios a sus conciudadanos. Pero claro, si lo hicieron con buena intención y ahora se van a tomar a la tremenda las críticas... pues tampoco es eso. ¡No os suicidéis, chicos! ¡No todo fue en vano! Vuestros herederos políticos están en el Parlamento por méritos de guerra y ni en Navarra ni en España habrá Presupuestos o gobernabilidad sin vosotros. Como penitencia, tres avemarías".




Juan Pablo II y Ali Ağca



Sean Penn y Susan Sarandon (Dead man Walking, 95)



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