lunes, 9 de noviembre de 2020

Libertad y tragedia en Nietzsche

 


 

Para saber qué entiende Nietzsche por el concepto de ‘genio’, es importante retrotraerse a los románticos para comprender el desarrollo posterior de la historia del pensamiento moderno, pues existe un hilo conductor evidente que conecta las propuestas filosóficas y estéticas a partir de la Crítica del juicio de Kant, pasando por Fichte, Schelling, Schiller y Hölderlin, hasta Hegel y su némesis: Schopenhauer, del que Nietzsche siente ser gran deudor. Fue Kant el primero en vincular la libertad con el arte; sin embargo, fueron los románticos1 quienes con más ahínco enarbolaron la teoría del genio artístico que caracterizaba al genio como aquel que tiene la misión de consagrarse a la más absoluta libertad y espontaneidad creadora, al tiempo que satisface la exigencia moral de tener el carácter suficiente como para sobrepasar todos aquellos límites que se le imponen a la voluntad creadora. Schopenhaer, de quien Nietzsche extrae la idea de que el genio es quien es capaz de captar lo universal en lo particular, también plantea una solución al problema de la libertad en El mundo como voluntad y representación (1819); sin embargo, Nietzsche se resiste a asumir la idea schopenhaueriana según la cual lo que caracteriza fundamentalmente la vida consiste en el impulso de autoconservación. No es que Nietzsche rechace esta idea, sino que le parece una justificación insuficiente porque para él no tiene mucho sentido que los seres sólo se afanen por autoconservarse permaneciendo en lo que ya son. Si a este reproche le añadimos el pesimismo antropológico rayano a la ascesis que profesa Schopenhauer como actitud vital, se puede comprender que tal fórmula no satisface a Nietzsche, sobre todo porque para él la vida se define más por la voluntad de superación que meramente por la autoconservación. Para Nietzsche, Schopenhauer es, en última instancia, un metafísico porque mantiene una posición ante la vida basada en una moral de resentimiento con respecto al devenir y a la vida.

    Para Nietzsche todos los seres procuran desarrollarse con el fin de querer ser más fuertes y más potentes. De esta idea resulta el concepto de la voluntad de poder y se vincula con un impulso del querer cuya tendencia es la de aumentar las propias potencialidades y propagarse para ir siempre más allá. La genialidad de Nietzsche radica en postular un sentido de la libertad que no se ampara en una fundamentación de tipo filosófica o en el cientismo2.,sino a partir del análisis de determinadas obras de arte, a saber, las tragedias griegas.

    La tesis que Nietzsche defiende en su opera prima, El nacimiento de la tragedia (1872), afirma que el sustrato, la esencia, de la civilización tiene su origen en los ritos y festejos dionisíacos3 y que a su vez éstos constituyen la génesis de la tragedia. A partir de la contraposición entre los conceptos apolíneo y dionisíaco, Nietzsche describe las manifestaciones del arte griego contraponiendo estas dos figuras en un juego de complementariedad. Esta dicotomía se basa en una metáfora4 de la que Nietzsche se sirve de manera perspicaz para explicar algo que subyacía desde el origen de la filosofía en tanto que lo apolíneo y lo dionisíaco pueden circunscribirse, metafóricamente, a la misma estructura que desde Aristóteles, pasando por Kant, hasta Schopenhauer, se venía manteniendo para denominar lo invisible y lo visible. De tal manera que la sustancia hilemórfica, compuesta por la forma (eidos) y la materia (hypokeímenon); lo fenoménico y lo nouménico en Kant; y la voluntad y la representación de Schopenhauer, pueden, mutatis mutandis, identificarse con la simbología dual que presenta Nietzsche. Por un lado, lo apolíneo se asocia al sueño y se caracteriza por producir representaciones e imágenes que no son realidades en sí, sino apariencias; mientras que por el otro, lo dionisíaco, simbolizaba la cosa en sí, la embriaguez, la materia y la voluntad como elemento dinámico. Es importante recalcar que estas dos figuras no son polos opuestos, sino más bien un sínolon de fuerzas complementarias en la medida en que uno no puede ser sin lo otro. Por lo tanto están indisolublemente unidos por una relación de co-pertenencia a la misma potencialidad creadora y destructora que es la vida5 .La ‘vida’ ha de entenderse aquí como la fuerza de la naturaleza, la physis en su sentido más originario, y apunta a la pujanza de lo que nace, de lo fecundo que produce seres; pero, también, ha de comprenderse ‘vida’ como una fuerza destructora, terrible, porque, al mismo tiempo que genera, también destruye y aniquila. La perspicacia de Nietzsche consiste, pues, en que mediante una serie de argumentos y razonamientos afirma que la libertad es consustancial a la vida humana.

    La razón por la cual Nietzsche encuentra en las tragedias griegas el fundamento de una cultura más auténtica6, se encuentra en el hecho de que en las tragedias griegas no hay, dicho con palabras de Feuerbach, un rodeo escapista que rehuya de los aspectos negativos de la vida buscando consuelo. En las tragedias no hallamos moralina, ni tampoco sugieren un sentido o propósito, los personajes se muestran a través de una teatralidad primigenia en su sentido más básico y sin ningún tipo de mediación racional7.

    Es importante recalcar que Nietzsche asumió de los románticos su sentido trágico de la vida, en oposición a la concepción de la historia como progreso que defendían los ilustrados. Resulta paradigmático para ilustrar el antagonismo entre las luces y el espíritu romántico, el retrato que William Blake lleva a cabo sobre la figura de Newton. Esa misma representación puede tomarse, se non è vero, è ben trovato, como un fiel reflejo de la rebelión romántica, pero también eminentemente nietzscheana, contra el ideal clásico kalokagathia. La confrontación de Nietzsche con la ortodoxia winckelmaniana de su tiempo que trató de transplantar el clasicismo grecorromano a la cultura alemana. La comprensión de Nietzsche con respecto a lo que ha de ser la formación, en el sentido pedagógico de bildung, cultural y moral para las futuras generaciones, dista mucho de asemejarse a los planteamientos clasicistas que, a juicio de Nietzsche, resultaban carentes de la autenticidad suficientes como para construir un futuro pedagógico diferente para su país.

    La formación clásica y filológica de Nietzsche le permitió tomar de los griegos elementos culturales, no mediados por el platonismo8, para mostrar una manifestación cultural que expresase los aspectos de azar, terribilidad, lucha y sufrimiento inherentes a la vida misma sin la finalidad de un sentido o redención. Igual que el genio romántico, el héroe de las tragedias, se enfrenta a lo irremisible, al hado, pero lejos de resignarse ante un fatum, opone, con su voluntad, una resistencia que es, precisamente, lo que genera el efecto estético o la catarsis. La tragedia para los helenos no suponía una manifestación del pesimismo precisamente porque el espíritu dionisíaco que envolvía ese arte celebraba la vida y la afirmaba a pesar de los aspectos más duros de la existencia. De esta manera, Nietzsche toma de las tragedias un ejemplo de autosuperación y de voluntad de poder, en la medida en que las acciones humanas se oponen y se enfrentan a leyes inmutables del acontecer.

1El hilo conductor puede rastrearse no sólo en los románticos más eminentes, sino en algunos neokantianos, como A, Riehl y H. Vaihinger, que, a mitad del siglo XX, llevaron a cabo el primer intento de sistematización de la obra de Nietzsche.

2A juicio de Nietzsche ningún filósofo hasta él ha sabido salirse del esquema dualista platónico ya que, en última instancia, todos dan por hecho, de manera más o menos explícita, la existencia de dos planos: uno, sensible o material; y otro, suprasensible o espiritual, donde la libertad sí podría tener lugar al margen de las leyes inexorables de la naturaleza. Es importante hacer notar que a lo largo de su vida Nietzsche se enfrentó al ambiente positivista que hegemonizaba la academia y los debates intelectuales en su época. Su filosofía es una reacción contra los estrechos márgenes que ofrecía la visión positvista y erudita de la cultura. Antes de que tal concepción mecanicista fuera cuestionada por la ley de la relatividad de Einstein; o por la ley de indeterminación de Heisenberg, Nietzsche se armó de fuerzas y razones para rebelarse contra la cultura positvista mediante una fórmula cuya originalidad no apela ni a esquemas metafísicos, ni considera que la necesidad con la que se rige la naturaleza agote la posibilidad de la libertad humana.

3Dioniso, Baco para los romanos, era, sin duda, uno de los dioses más venerados e importantes de la antigüedad clásica. Entre todas las deidades, Dioniso es de las más controvertidas. Existen, no obstante, y resumiendo mucho, dos interpretaciones sobre el origen de Dioniso: una, el que lo vincula con la muerte de Sémele y del que recibió el epíteto ‘el Dios que nace dos veces’; otra, la más concurrida, la etiológica del ‘Dioniso Zagreo’, cuyas fuentes órficas sitúan al Dios del vino en medio de una titanomaquia que explica la naturaleza dual del hombre cuerpo-alma. A Dioniso se lo solía representar acompañado de sátiros, silenos, ménades y toda clase de seres fantásticos que simbolizaban la pujanza exuberante de la naturaleza en todo su esplendor.

4Otro de los muchos frentes abiertos que tiene Nietzsche con la academia, es el de la crítica a la distinción clásica entre lo literal y lo figurativo. En su obra Verdad y mentira en sentido extramoral (1873) postula su tesis acerca de la inherente metaforidad del lenguaje, avanzando, avant la lettre, los análisis del lenguaje que llevarían a cabo los empiristas lógicos.

5Como veremos más adelante, el concepto de la voluntad de poder se construye al calor de las teorías evolucionistas y de un concepto de vida que recalca la lucha incesante y violenta por la supervivencia. Nietzsche también discute la concepción progresista evolutiva de Herbert Spencer para criticar la falacia naturalista, la que confunde el ser con el deber ser, que tiende a explicar la historia evolutiva como una tendencia siempre hacia un perfeccionamiento constante.

6Si nos fijamos bien, observamos en Nietzsche una constante apelación a la ‘autenticidad’ u otras expresiones que remiten todas ellas a la naturaleza descrita en los términos de pujanza, fuerza, impulso del querer. Veremos más adelante como la conjugación de conceptos, verbigracia, vida, poder y devenir, son diferentes expresiones para designar una misma noción.

7Resulta interesante destacar el concepto de decadencia en Nietzsche ligándolo con la mediación racional que introduce elementos socráticos dentro de la tragedia, así como en cualquier obra de arte. Por ello si comparamos,mutatis mutandis, las tragedias de Eurípides con la última época de Wagner, hallaremos las razones de esa degeneración que, según Nietzsche, surge con la moralina socrática que mina, en nombre de la razón, las potencias dianisíacas que el filósofo tanto reivindica.

8 El renacimiento de los estudios clásicos durante el siglo XVIII de la mano de Winckelmann produjo que en menos de cien años Alemania editara prácticamente todas aquellas obras clásicas que, incluso a día de hoy, continúan siendo la referencia de las grandes ediciones. Las tesis que Nietzsche expuso en El nacimiento de la tragedia suscitaron polémicas en torno a un la concepción que la academia tenía acerca del origen de la cultura griega. La concepción canónica de los griegos, impuesta por Winckelmann y Goethe, proyectaba una imagen del arte clásico como el epítome de la serenidad y racionalidad apolínea. Nietzsche, sin embargo, postula que la tragedia se origina en lo irracional, con lo que le vale el vituperio de la ortodoxia filológica Vid. U. von Wilamowitz, Nietzsche y la polémica sobre el nacimiento de la tragedia, pp 96-97.



BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL

r. Sánchez, Meca.D. (2018). Itinerario intelectual de Nietzsche. Madrid. Tecnos. Aquí Sánchez Meca ofrece un marco interpretativo cuyo objeto consiste en trazar un itinerario intelectual del filósofo para orientarse dentro de una filosofía que se desarrolla de manera asistemática y que, por ello mismo, lleva aparejada la complejidad hermenéutica de hallar una visión panorámica o de conjunto. La tesis de Sánchez Meca se apoya en la hipótesis de que el sentido de libertad o el concepto de voluntad de poder suponen una reacción contra el modelo de la ciencia moderna donde no hay cabida para la libertad.

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