lunes, 19 de octubre de 2020

EL SOCIALISTA SENTIMENTAL (FRANCISCO UMBRAL)

 

—¿Cuál ha sido el factor decisivo, Bustar?

—Hay varios. Quizá no hay uno más decisivo que otros. La corrupción de las minorías, el tema del GAL, el socialismo que no se ha hecho, más allá del que se ha hecho, el giro a la derecha, con vistas a Europa. En fin, que la gente va perdiendo la ilusión.
—¿Y el trabajo de la derecha?
—A la derecha se lo estamos dando todo resuelto, hijo. Pero, aparte de eso, yo veo ahí una derecha dura, audaz, como la de Gil Robles, como la de Franco, una gente que se siente dueña de España y va a recuperarla. ¿Cómo se le puede confiar la región más pobre de España, Galicia, a un franquista como Fraga? Esos señoritos de la derecha son abogados del Estado, funcionarios de Hacienda, chicos que han estudiado fuera, que llegan preparados, que saben lo que es una democracia europea o norteamericana, aunque no crean en ella, que pronto empezarán a hablar de liberalismo o neoliberalismo, porque eso es lo que se respira por el mundo.
—¿O sea, que tienen futuro?
—No lo tendrían con un socialismo a la española, crudo y duro, un poco salvaje, revolucionario, pero Felipe, haciendo el juego a Europa, se lo está haciendo a ellos.
—Es que estamos en Europa, Bustar.
—Tienes razón, Asís, el problema no es local, sino occidental, europeo. La gran contradicción interna del capitalismo que esperaba Marx.
Y Bustarviejo se puso de costado, se acodó en la barra y fumó su pipa mirando a los jamones que no veía, y bebió su vaso despacio, pensativo, raro.
—¿No estaré yo equivocado, Asís?
—Me parece que todos estamos equivocados.
—A Felipe le han comprado llamándole gran estadista. Hará lo que sea por esa Europa de comerciantes y maricones. Pero Felipe es un estadista y no basta con que se haga la foto. Tiene que imponer sus condiciones. Me parece que hasta ahora no ha hecho otra cosa que decir que sí a todo.
—Tampoco le queda mucha alternativa a un país pobre como España —dije, fascinado por la altura que iba tomando nuestra conversación.
—El país pobre es el que no tiene nada que perder y por eso se lo puede jugar todo.
Aquí me pareció ver en el Bustar al viejo utopista, al hombre que no tomaban en serio en el partido, mitad por crítico y mitad por utopista, que la política tiene mucho de trampa y truco y lotería y engaño, y el que no ha nacido para eso más vale que no se dedique, pero estas cosas no me atrevía yo a decírselas al Bustar, que volvió a darme casi la espalda, a fumar y a toser, después de lo que él llamaba «derrota», ya parece que su salud le daba igual.
—Mira, Asís, los males de España son tres: fanatismo, nacionalismo, bipartidismo.
—¿Y cómo se come eso?
—El español no es ideólogo sino fanático. No milita en un partido intelectualmente, sino fanáticamente. Es una especie de fascismo que llevamos dentro. Importa más ser fiel a la causa que entender la causa. Esto tiene el inconveniente de que si no hemos entendido ni siquiera lo nuestro, cómo coños vamos a entender al contrario. Y lo primero para vencer al contrario es entenderle.
—Bien traído, coño. ¿Y el nacionalismo?
—Nuestro nacionalismo viene desde los Reyes Católicos hasta Primo de Rivera. España como unidad de destino en lo universal. De España no hemos hecho nuestra patria, sino nuestra religión.
Nos quejamos de los nacionalismos periféricos (les jode mucho que les llamen así), pero no son sino mimetismos del gran nacionalismo central, que a su vez es una última y rabiosa secuela del imperio.
—Pero hasta nuestros poetas comunistas han cantado a España.
—Una cosa es España y otra los españolistas. Y tres: el bipartidismo. El español no tiene más que una idea para toda la vida, porque no le han enseñado otras. Bueno, una idea y su contraidea. El católico y el anticlerical, el liberal y el conservador. Y así todo. Lo que cada uno lleva en el trascorazón es el revés de la idea que luce en el pecho y en la frente. El bipartidismo es una forma democrática muy pobre, pero también España es pobre ideológicamente. Rojos y legitimistas, eso es todo, con un nombre u otro. Y así se ha montado esta democracia. Con unos socialistas bien educados y unos conservadores poco fascistas. En realidad, aunque nuestros compañeros hayan tomado estas elecciones como una victoria pírrica, como el anuncio de una derrota, no ha ocurrido nada, sino que han corrido los turnos. Unos y otros van a alternarse como Cánovas y Sagasta, porque más que el fuero les importa el huevo y más que hacer España hacer una carrera, cada uno su carrerita política.
—Todo esto lo tenías que estar diciendo ahí dentro, en la sede, Bustar.
—Ya ves, han cerrado la tienda por no poderla atender. Ésa es su entereza política.
Bustarviejo fumaba, tosía, bebía, discurseaba. Me lo llevé a su casa dando un paseo. A la vista ya de la señora María, se metió la pipa en el bolsillo. Qué bien, una mujer a la que obedecer, me dije. El socialista sentimental, p. 48.

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