lunes, 19 de octubre de 2020

Ponte coqueta, querida alma




Hubo Filosofía en sentido fuerte mientras existieron pensadores convencidos de que esta materia en exclusiva tenía acceso a ciertos ámbitos de la realidad como lo absoluto, Dios, la unidad del saber... A partir de Kant, ese criptopositivista, pasaron fundamentalmente dos cosas: por un lado, se sembró la duda con respecto a la imposibilidad filosófica de pensar, sin sobrepasar los usos legítimos de la razón, los objetos Dios, Alma, Mundo; por el otro, el abismo que se abre entre el ser y el pensar sólo puede cerrarse, si es que se puede, desde la experiencia estética en tanto lugar de reencuentro de una realidad escindida. La 'consecuente inconsecuencia', dice Marzoa, da cuenta de una contradicción que parece irresoluble, a saber: mientras por un lado, el sujeto trascendental constituye la incondicionada y absoluta condición de posibilidad de la experiencia; por el otro, se disuelve en la pluralidad de sus representaciones. La pretensión de que el sujeto sea efectivamente un sujeto, es el punto de partida del proyecto idealista, o sea, la nostalgia de absoluto,al decir de Steiner, es lo incondicionado carente de toda determinación.

Arrumbado todo sistematismo, el poeta Hölderlin fue el único de los románticos, no en el sentido del Círculo de Jena, que salió indemne de esa nostalgia de absoluto, porque él descubrió, quizá demasiado pronto, que la filosofía es la conciencia de esa escisión que no es soluble en ningún sistema, que a lo absoluto sólo nos podemos aproximar fugazmente, al igual que una asíntota. Por eso el Hiperion supone el certificado de defunción del idealismo en cuanto la búsqueda del ideal lleva aparejado, de manera inherente, un componente de terribilidad. Una visión trágica del mundo, en efecto, que abre el camino para la filosofía de la existencia que luego transitarán Kierkegaard, Schopenhauer y Nietzsche, ¿Y en qué lugar queda la intuición estética? Pues que la necesariedad de concepto que implica la reflexión vendría a ser como la tendencia hacia un absoluto que jamás vamos a alcanzar. Algo así como un absoluto de naturaleza tantálica que por el hecho de que se nos escape, como el agua entre las manos, no significa que no hayamos de perseguirlo. En este sentido, casan más Kant y Hölderlin que Kant y Hegel, porque la reflexión no puede ser absoluto, a menos, claro, que hagamos COMO SI al escuchar las piezas Bach resucitemos de nuevo a Dios y sellemos todos los abismos.

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